Restauración de suelos para frenar el cambio climático

Restauración de suelos para frenar el cambio climático

El suelo y las funciones ecológicas

La restauración de suelos es uno de los retos ambientales y sociales de este siglo. ¿Alguna vez has pensado en la importancia que tiene el suelo que pisas?. Si vives en una ciudad tendrás que imaginarlo bajo el asfalto. Si no, basta con que mires bajo tus pies. Los suelos son un componente esencial de los ecosistemas terrestres y la base para el desarrollo de las comunidades biológicas. Tanto es así que en los suelos se concentra el 95% de toda la diversidad del planeta.

Más allá de la innegable función en la producción de alimento, el suelo es la fuente principal de obtención de fármacos. Los suelos actúan como filtro de sustancias tóxicas, impidiendo que lleguen a los acuíferos. Además, tienen un papel clave en la regulación del ciclo hidrológico, a través de la infiltración y evaporación de agua.  Pero sin duda uno de los principales atractivos de los suelos es la regulación del ciclo de carbono.

Un estudio reciente demuestra que los responsables de que los suelos sean el segundo sumidero de CO2 de la tierra (el primero son los océanos), son precisamente animales tan insignificantes como las lombrices. Allí donde son más abundantes, estos animales pueden procesar a través de sus cuerpos hasta 250 toneladas del suelo al año por hectárea. En este proceso, las lombrices enriquecen el suelo pero también son capaces de encapsular la materia orgánica. Esto hace que, a microescala, se vayan generando almacenes de carbono en el suelo. Podríamos decir que las lombrices son las  heroínas del cambio climático. De hecho, estos ingenieros de los ecosistemas pueden resultar muy útiles para la restauración de suelos.

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Causas y consecuencias de la degradación del suelo

Sin embargo, gran parte de los servicios ecosistémicos que proveen los suelos están en peligro. Se estima que el 33% de los suelos a nivel global han sido degradados.  La agricultura y la ganadería intensiva, los procesos de deforestación o el desarrollo urbanístico eliminan la cubierta protectora del suelo y los expone a procesos de erosión por viento y agua. El suelo, literalmente se pierde y puede tardar varios cientos de años ¡si no miles! en recuperarse.

“La degradación del suelo cuesta 40 billones de dólares al año en todo el mundo, sin tener en cuenta en aumento en los costes del uso de fertilizantes, la pérdida de biodiversidad o la desaparición de paisajes únicos”

Esta degradación acelerada de los suelos genera graves problemas socioeconómicos relacionados con la seguridad alimentaria, la migración de la población a las ciudades, limita el desarrollo y amenaza los ecosistemas. La restauración de suelos es un proceso complejo y costoso y en aquellas zonas donde la degradación es extrema. De hecho, en algunos casos no se puede asegurar la recuperación de las funciones o servicios que provee este componente de los ecosistemas y que son críticos para el desarrollo de las comunidades.

Restauración de suelos como medida de mitigación

En el suelo podemos encontrar un valioso capital natural que debemos conservar y restaurar. A pesar de todo, son muchos los esfuerzos que se llevan a cabo para intentar recuperar los suelos. En concreto el servicio ecosistémico que prestan como sumidero de CO2 y que es de especial interés en el contexto de cambio global en que vivimos. En ocasiones se asume que restaurar la vegetación que cubre los suelos favorece  la capacidad de almacenar carbono en los mismos. Sin embargo, la relación entre la vegetación y el suelo es compleja. El crecimiento de las plantas puede activar a los microorganismos del suelo que degradan el carbono almacenado aumentando la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera.

No obstante, el aumento de la cobertura vegetal puede ser una buena opción para la captación de CO2 atmosférico. Este carbono permanece fundamentalmente almacenado en la vegetación. En este sentido, el hecho de que este carbono entre de nuevo en la atmósfera o no, depende de la gestión posterior que se haga del sistema. De hecho, el cambio en las técnicas de cultivo y manejo agrícola pueden favorecer la restauración de suelos.

Por tanto la restauración de los suelos debe llevarse a cabo con un enfoque ecológico, interpretando los procesos edáficos y de su conexión con otros elementos del sistema de manera holística. Esto es, tratando de recuperar múltiples servicios ecosistémicos. Para ello, lo primero es  llevar a cabo un diagnóstico concreto de cada situación. Considerando el suelo como un sistema y recuperando procesos ecológicos clave como el reciclado de nutrientes. En base a eso, adoptar medidas que optimicen la provisión de bienes y servicios por parte de los suelos y el ecosistema en su conjunto.

Aunque en un primer momento podamos pensar que restaurar suelos no es «marquetero» lo cierto es que sí. No hay nada más noticiable que una empresa se esfuerce por corregir y compensar sus impactos directos. En este sentido, cualquier empresa cuya actividad tenga efectos sobre el suelo, debería virar su RSC hacia este compartimento de los ecosistemas terrestres.