Está claro que si queremos hacer frente a los grandes retos ambientales del siglo XXI como son conservar la biodiversidad, adaptarnos al cambio climático y seguir obteniendo recursos de los ecosistemas, no basta con aumentar la superficie de áreas protegidas. Tenemos que ponernos manos a la obra a restaurar ecosistemas degradados y también a manejar de manera más eficiente los terrenos ya cultivados.
Según un artículo publicado en Science, los “paisajes que trabajan para conservar la biodiversidad” son todos esos territorios entorno a los grandes Parques Nacionales y espacios protegidos, que podemos restaurar para que proporcionen hábitat y recursos para las especies animales y vegetales y para nosotros mismos.
Los paisajes que trabajan para la biodiversidad y las personas incluyen tanto ecosistemas forestales como zonas de cultivo o ecosistemas de vegetación dispersa y sin arbolado. En cada uno de estos espacios podemos intervenir persiguiendo estos tres objetivos fundamentales:
Aumentar la heterogeneidad a escala local y de paisaje
Mejorar la conectividad ecológica
Asegurar el régimen de perturbaciones y la dinámica del ecosistema
Pero ¿qué acciones concretas de restauración de ecosistemas podemos llevar a cabo?
En el caso de los ecosistemas forestales la idea es gestionar y restaurar el bosque, optimizando la biodiversidad local, enriqueciendo el paisaje con especies autóctonas y asegurando que existan varias clases de edad en el arbolado. También puede ser interesante la creación de ecosistemas multifuncionales de tipo agrosilvopastoral como las dehesas mediterráneas. En último lugar, es importante que el uso tradicional del territorio no se pierda, manteniendo por ejemplo los sistemas de pastoreo o aprovechamientos de pastos mediante siega o ganadería extensiva.