La voluntad que movía montañas

La voluntad que movía montañas

Los expertos vienen advirtiendo desde hace tiempo que el ser humano ha pasado a ser el primer agente modelador del terreno, por encima de cualquier otro agente natural modificador del relieve. Nuestra capacidad tecnológica permite que, a la hora de plantear una obra cualquiera, los retos hayan dejado de ser técnicos, y sean ahora ambientales o sociales, o simplemente tengan que ajustarse a un presupuesto más constreñido.

No se trata de algo superfluo, ya que el relieve es uno de los principales disparadores de los procesos ecológicos que se desarrollan en los ecosistemas; además, la memoria que subyace en él se modela a través de miles, quizá decenas de miles de años. Sin embargo, nosotros tenemos la capacidad de variarlo, y con él muchas cosas más, en apenas unos pocos años.

Si constatar este hecho ya debe llamarnos a la prudencia a la hora de diseñar los grandes proyectos de obra civil del futuro, parece que una vez más decidimos hacer caso omiso. Al menos esa es la conclusión a la que podríamos llegar tras conocer esta noticia, que describe el proyecto de construcción de una nueva metrópolis en la región china de Langzhou, para el que será preciso «aplanar» hasta 700 montañas, en una superficie de 130.000 ha.

Sorprendentemente, los únicos riesgos que se están argumentando ante tan faraónico proyecto son los de que se consiga atraer a los suficientes inversores (está previsto que la zona generará un PIB parcial de más de 30.000 millones de euros), al tratarse de un área prácticamente desértica. Lejos de cualquier otra consideración, argumentan además que la obra llevará a una economía ambientalmente sostenible basada en industrias de bajo consumo energético, y al mismo tiempo podrá hacer llegar a la zona más agua y focalizar los esfuerzos de reforestación, «haciendo que todo sea mejor que antes», de maneras que no se molestan en explicar.

Desde luego, toda la historia parece bastante lejana de cualquier idea de integración ambiental, y deja ver una vez más el largo camino que queda por recorrer para adquirir una perspectiva más sensata a la hora de relacionarnos con nuestro entorno, tanto más importante cuando nuestra capacidad de cambio ha alcanzado tales magnitudes.

ENGLISH VERSION

Experts have been warning that human being is now the first and major terrain modifier, way above any other natural agent. Our technological capacity makes possible that, when thinking about any project, the challenges are no longer technical, but environmental, social, or just a more constraint budget.

It’s not something superfluous, since land relief is one of the main triggers for ecological processes having place in the ecosystems; also, beneath it lies a memory from tens of thousands of years, that we can, however, change in a few.

If taking awareness of this fact should keep us prudent when planning the big works of the future, once again we seem to lend no ears to it. This is, at least, the conclusion when reading this news, describing the project to build a new metropolis in the Chinese region of Langzhou, that will need to flatten 700 mountains, in a 130,000 ha surface.

Surprisingly, the only risks argued are not atracting enough investors (the area is predicted to generate a gross  domestic product of 30 billions of euros), being a desertic zone. Far from any other consideration, they also argue that the construction will lead to an environmentally sustainable economy based on energy-saving industries, and will take to the area more water and will focus the reforestation efforts, «making everything better than before», in ways they don’t try to explain.

The whole story seems, without question, far from any idea of environmental integration, and shows once again the long path to walk to adquire a more sensible perspective to relate to our environment, even more when our capacity to change it has grown this much.

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