La importancia de restaurar tras la explotación

En ocasiones, cuando las lluvias aumentan en intensidad, observamos como además de las inundaciones que suelen conllevar habitualmente, acarrean un posible caso grave de contaminación.

No hace mucho, pudimos comprobar uno de estos casos en Galicia, en la comarca de Bergantiños, donde la gran cantidad de agua provocó la rotura de una de las balsas mineras del Monte Neme, con el consiguiente vertido de 24.000 m³ de lodos tóxicos. El riesgo potencial es aún mayor, ya que el conjunto de balsas alberga un volumen de 11.000.000 m³ con residuos tóxicos derivados de la actividad minera, que podrían llegar a verter en el estuario del río Anllón, generando un desastre ambiental de enormes proporciones.

Casos como este nos recuerdan la necesidad de incluir criterios ecológicos a la hora de planificar la implantación de una actividad determinada, teniendo en cuenta los impactos que pueda generar en su entorno incluso en situaciones extraordinarias como ésta.

Pero también que es imprescindible en algunos casos, y la minería es uno de ellos, ejecutar un proyecto de restauración adecuado cuando la explotación ya se ha abandonado.

Ciertas actividades, si bien necesarias, generan unas contrapartidas que no es posible dejar en manos de la suerte. Las consecuencias negativas pueden afectar los ecosistemas adyacentes (en el caso de afectar a las cuencas hidrográficas, incluso muy lejanos), provocando impactos negativos en los servicios que el ser humano obtiene de ellos.

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