Recientemente hemos tenido la oportunidad de cumplir un sueño como restauradoras de corredores ecológicos urbanos: visitar Gardens by the Bay, en Singapur. Esta infraestructura malaya es un emblema de la bio-construcción, donde la naturaleza se presenta como eje vertebrador de las ciudades sostenibles.
Gardens by the Bay es un referente de la infraestructura verde urbana. Este conjunto de zonas verdes se construyó con el objetivo de crear corredores naturales, donde la biodiversidad pueda moverse por la trama urbana. Estos corredores ecológicos de la ciudad de Singapur, se caracterizan por la presencia de distintos elementos constructivos que sirven de soporte para 90.000 plantas.
En las estructuras en forma de sombrilla, la vegetación sobrevive gracias a una serie de tecnologías sostenibles de captación de agua y ahorro de energía. Además, se sabe que estas estructuras tienen un importante efecto en la provisión de sombra y la regulación de la temperatura. Hasta aquí todo bien. Los problemas vienen cuando interpretamos la función de estos corredores ecológicos en el contexto del medio ambiente urbano.

Corredores ecológicos que no van a ninguna parte
Si recuerdas otros de nuestros post en los que explicamos qué es un corredor biológico, hablábamos de la necesidad de diseñar estos elementos pensando en los requerimientos de hábitat de distintos tipos de especies y asegurando la conexión entre áreas núcleo.
Pues bien, los elementos de Gardens by the Bay no serían corredores ecológicos por definición ya que no conecta fácilmente con otros entornos naturales. De hecho, funcionan más bien como islas de biodiversidad que son refugio principalmente para algunos insectos. No obstante no se observan otras especies como pájaros u otros vertebrados que son habituales habitantes de entornos periurbanos y rurales en Malasia.
Al aislamiento de estos “no-corredores ecológicos urbanos” se suma la alta contaminación del aire de la ciudad. Por el momento no se ha demostrado que estos pulmones verdes tengan un efecto sobre la mejora de la calidad del aire. De modo que el corredor biológico no tendría las condiciones de hábitat suficientes para aquellas especies sensibles a la contaminación.
…Y se hizo la luz (literalmente)
Pero la gran revelación llegó con el atardecer. Las estructuras están totalmente iluminadas, es todo un festival de color y música orientada al divertimento de los millones de turistas que visitan este corredor ecológico urbano cada año. Con estos niveles de contaminación lumínica, creemos que es difícil que estos jardines funcionen como un espacio por donde la biodiversidad vaya a transitar.
Presenciar este espectáculo turístico nos hizo reflexionar, por una parte, sobre la gran capacidad de transformación que tenemos los humanos (¡con buena intención!); y por otra, sobre lo lejos que podemos quedarnos de hacer el bien sólo por no interpretar nuestras actuaciones en un contexto más amplio.