La COP25 ya ha empezado en Madrid y se reactiva la revisión de todos los compromisos que hemos ido adquiriendo durante la última conferencia de las partes. La COP de Katowice se cerró con la promesa de los países de garantizar el mayor esfuerzo posible de mitigación y adaptación. Para ello, se planteó un sistema de reporte más transparente a cerca de las acciones llevadas a cabo por los países para frenar el aumento de las temperaturas.
La pregunta a estas alturas es ¿hasta qué punto hemos avanzado en este reporte? Como siempre, el sector público y el privado llevan distintas velocidades a este respecto debido a las diferentes presiones que cada uno de ellos recibe desde el entorno.
En los últimos años el sector financiero, empujado a su vez por los inversores, ha empezado a ejercer una presión adicional sobre las empresas para que proporcionen información completa sobre su desempeño ambiental, el cual, si hasta ahora se había simplificado en una medida de emisiones de carbono, se va ampliando a otros aspectos relacionados con la degradación ambiental.
Cuantificar los impactos de las empresas en los ecosistemas, y la pérdida de los bienes y servicios ambientales que estos suponen a la sociedad es un aspecto especialmente clave si tenemos en cuenta el informe especial de Clima y Territorio, publicado por el IPCC en agosto de este mismo año, donde se establece una relación directa entre la degradación de la tierra y la crisis climática.
En este contexto algunas empresas están empezando a dedicar recursos para desarrollar herramientas que les permita no sólo medir su impacto de manera más eficiente sino reportar estos avances, tanto a los consejos de administración como a inversores. El objetivo no es otro que empezar a internalizar los costes ambientales de manera real en la cuenta de resultados.
La monetización de los recursos naturales o capital natural es hoy en día la principal alternativa para generar un lenguaje común que empiece a considerar las cuestiones ambientales en términos económicos (al fin y al cabo, el dinero es el idioma global). En este sentido, en Creando Redes, hemos desarrollado una metodología que permite calcular la pérdida de servicios ambientales ligada a la obra civil, trasladando esta medida ambiental al lenguaje financiero.
Esta metodología, presentada en la Natural Capital Week, es el primer paso de una línea de trabajo que ayuda a las empresas a mejorar la gestión de los activos naturales y una contribución real a la reducción de emisiones derivadas de la degradación de los ecosistemas, que no olvidemos asciende al 20% del total de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Ahora la pregunta es ¿cuántas de estas herramientas hacen falta para cumplir con los compromisos climáticos? Lo veremos en la COP25.