Conocer el capital natural de un territorio es, en sí mismo, una manera de poner en valor la riqueza contenida en la naturaleza. Más allá de cuantificar los bienes y servicios que aportan los ecosistemas, podemos hacer una estima de su valor económico. Otorgar un valor «responsable» a los recursos naturales ayuda a crear un lenguaje común. Además, a través de esta valoración podemos medir el retorno de las intervenciones de restauración ecológica. Mediante la restauración conseguimos recuperar los sistemas degradados por nuestra actividad.
En el artículo You can’t put a price on nature. Or can you?, Paddy Woodworth habla de la valoración del capital natural en Irlanda:«If we don’t recognise wealth, we tend to lose it.» («Si no reconocemos la riqueza, tendemos a perderla.»). La única manera que históricamente hemos tenido para valorar todos los servicios que nutrían nuestras economías ha sido monetizarlos. No parece que pueda ser de otra manera con los servicios ecosistémicos.
Aprende a valorar el capital natural de tu empresa

No sabremos cuánto impactamos si no conocemos el coste real del impacto
Se trata de profundizar en la idea que ya lanzaba Robert Constanza en su artículo de 1997, en el que se atrevía a dar una valoración de 18 trillones de dólares anuales a los servicios que obteníamos globalmente de la naturaleza. Desde entonces se ha avanzado en este sentido y han aparecido conceptos hoy familiares como el de Capital Natural. James Aronson incide desde hace tiempo en este concepto para tratar de asemejarlo a un lenguaje más económico al que quizá estamos más acostumbrados.
Estos esfuerzos están encaminados a generar una mayor sensibilidad ambiental en aquellos sectores más reticentes. También a proveer de herramientas más precisas a aquellos con capacidad de tomar las decisiones y marcar las políticas del futuro. Es preciso, como dice de Groot, dar un valor concreto, tangible, que nos permita ser plenamente conscientes de cuál es el capital natural del que disponemos. Resulta muy barato decir que estamos consumiendo un planeta y medio si, al no percibirlo como un coste real, al día siguiente seguimos explotando en la misma proporción.
La restauración ecológica puede plantear soluciones para recuperar capital natural en sistemas degradados. También para poder gestionarlo en consonancia con nuestras actividades de un modo sostenible. Pero esto es algo que sólo nos plantearemos cuando comprendamos, al fin, que ese capital natural es la base de toda nuestra economía, y que es finito.
El capital natural en la toma de decisiones
Los modelos de crecimiento económico no están libres de error. Son muchos y muy diversos los factores a tener en cuenta al estimar el desarrollo económico actual, y más aún, futuro.
Como se plantea en The vital role of ecosystem valuation for decision-making, es imposible que los modelos se acerquen siquiera a la realidad si están ignorando sistemáticamente un aspecto fundamental de cualquier consideración económica: su fuente. En este caso, el capital natural será la base del tejido económico sobre el cual se construirá ese desarrollo futuro. Especialmente en países ricos en recursos naturales, como los que tratan en el artículo.
Por tanto, es esencial plantear una adecuada valoración del capital natural para que los procesos de toma de decisiones estén asentados sobre bases sólidas. Más cuando el desarrollo económico de un país es un proceso que se debe plantear a largo plazo.
Por tanto, parece evidente que es preciso hallar la manera de inocular la idea de que es imprescindible valorar el capital natural del que disponemos. A pesar de la deriva hacia el «mercantilismo» que se puede achacar a este proceso, parece que una forma efectiva de conseguirlo, por ahora, es ponerle precio.
Avanzar en el desarrollo de modelos que permitan llevar a cabo esa valoración es crucial para lograr una correcta gestión del capital natural. Además de para orientar las decisiones que cimentarán el desarrollo económico en el futuro.